La Aromaterapia
Sus orígenes
La palabra «aromaterapia» etimilógicamente procede del griego «aroma» y «therapeia» (cuidado, atención). Podríamos decir «cuidados mediante los aromas» y no iríamos muy desencaminados, aunque es importantísimo recalcar que en la aromaterapia solo usamos aromas procedentes de aceites esenciales o esencias extraídas del mundo vegetal, 100% puros y de la máxima calidad.
La Asociación Española de Aromatología (AEA) define la aromaterapia de la siguiente manera:
«Terapia natural basada en el uso de aceites esenciales, esencias vegetales, hidrolatos, aceites vegetales, absolutos y extractos al CO2 totalmente naturales y que no han sufrido ningún tipo de manipulación, rectificación, adulteración ni dilución previa al uso profesional. Dichos extractos han de ser auténticos (es decir puros y provenientes de la planta que les da su nombre, identificada por su nombre botánico oficial y su bioespecificidad bioquímica si procede -quimiotipo-). La Aromaterapia busca el restablecimiento del equilibrio perdido (físico, mental, emocional, espiritual) y el bienestar de las personas que la practican. Generalmente se aplica por vía externa y requiere de una formación profesional mínima de 200 horas siguiendo los estándares formativos de la Asociación.»
Rene-Maurice Gattefossé
El término «aromaterapia» fue acuñado por el químico francés René Maurice Gattefossé en 1937. Según una famosa anécdota, Gattefossé introdujo su brazo, instintivamente, en aceite esencial de lavanda después de producirse una quemadura en su laboratorio. La herida sanó de una forma sumamente rápida, sin cicatriz ni infección alguna. Aunque hay algo de verdad en esto, en realidad es un mito transmitido libro a libro y texto a texto, según se desprende de la traducción de sus propias palabras:
«La aplicación externa de pequeñas cantidades de esencias detuvo rápidamente la propagación de las heridas gangrenosas. En mi experiencia personal, después de una explosión en mi laboratorio que me cubrió con sustancias que me causaron quemaduras y que apagué rodando por el césped, mis manos estaban cubiertas por un tipo de gangrena gaseosa en rápido desarrollo. Con solo un enjuague con aceite esencial de lavanda el tejido de gasificación se detuvo. Este tratamiento fue seguido por sudoración excesiva y la curación se inició al día siguiente (René Maurice Gattefossé-Julio de 1910)».
Según se deduce de este texto, la aplicación de aceite esencial de lavanda fue claramente intencionada. En este accidente, Gattefossé sufrió quemaduras en brazo y cabeza y los tratamientos que le administraron en el hospital fracasaron, derivando en gangrena gaseosa, una infección potencialmente mortal que posteriormente causó muchas muertes y amputaciones en la I Guerra Mundial. Gattefossé recordó lo que le transmitieron los recolectores de lavanda de la Provenza acerca de las propiedades cicatrizantes y antisépticas de la lavanda y solicitó ser tratado con ella. Esto probablemente le salvó la vida. A raíz de esto, dedicó varios años al estudio de los aceites esenciales. Fue el primero en establecer las propiedades de cada aceite esencial (antibacteriano, antitóxico, sedante, antiinflamatorio, etc.) y es considerado el padre de la aromaterapia.
Pero ¿que es un aceite esencial?. Las plantas aromáticas contienen en sus diversas partes (tallo, raíz, hoja, etc.), unas estructuras glandulares donde almacenan esencias que previamente sintetizan. Solo el 10% de las aproximadamente 800.000 especies vegetales existentes son capaces de sintetizar estas esencias en cantidades significativas. Son sustancias muy complejas y pueden contener más de 100 moléculas con distintas propiedades (la Rosa damascena contiene más de 300). Para extraerlas, el método más utilizado es la destilación por arrastre de vapor de agua a baja presión, método para el cual se utiliza un aparato denominado alambique. El resultado de este proceso, correctamente efectuado, es lo que denominamos aceite esencial. Consiste en hacer pasar una corriente de vapor de agua, a muy baja presión (0,05-0,10 bares) por la masa vegetal. El vapor se carga de las moléculas más volátiles y pasa a un serpentín de refrigeración donde se convierte de nuevo en agua, pero cargada con aceites esenciales. Como el agua y los aceites esenciales tienen densidades distintas su separación es muy sencilla. Al agua resultante de este proceso se le conoce como hidrolato.
En el caso de la cáscara de los cítricos (limón, mandarina, pomelo, etc.) que contienen grandes cantidades de esencia, el método de extracción utilizado es la presión o expresión. En este método no interviene ni el calor ni el vapor de agua, por lo que el producto obtenido no sufre ninguna transformación. Podemos hablar en este caso de auténtica esencia. A pesar de ello, hasta los laboratorios más prestigiosos del mundo en el sector de la aromaterapia se empeñan en denominar a estas esencias “aceites esenciales”, según ellos para no confundir al consumidor final. El resultado de la expresión de la cáscara de los cítricos son “esencias”. Puntualizaremos aquí que las cáscaras de los cítricos también se pueden destilar, aunque la calidad del producto resultante es muy inferior al obtenido mediante la expresión. Si destilamos las cáscaras de los cítricos el producto resultante sí sería un aceite esencial.
Otro método es el denominado extracción por corriente de CO2 supercrítico. Este método consiste en la utilización de anhídrido carbónico (CO2), a baja temperatura pero a muy alta presión, para extraer las esencias de las plantas. El resultado es más parecido a la esencia original de la planta que el obtenido por la destilación. A pesar de ello, este método se utiliza en contadas ocasiones por resultar todavía muy costoso
También se utiliza la extracción con disolventes químicos como el hexano y el benceno para obtener concretos. Añadiendo alcohol a los concretos, se obtienen los denominados absolutos. Estas sustancias se utilizan principalmente en psicoaromaterapia y en perfumería. El más conocido es el absoluto de jazmín. Estas técnicas se utilizan cuando es imposible extraer las esencias por otro método. Esto ocurre principalmente con la mayoría de las flores, debido a que no resisten el proceso de destilación.
Otro proceso muy utilizado es la maceración. Consiste en poner la masa vegetal (generalmente flores) en contacto con un aceite vegetal. Se envasa la mezcla, se deja macerar durante aproximadamente un mes, protegida de la luz y después se filtra (exceptuando el hipérico, que se macera tradicionalmente en aceite de oliva durante 40 días y 40 noches exponiéndolo al sol y la luna ). Los más conocidos son los aceites macerados de árnica (Arnica montana), hipérico (Hypericum perforatum) y caléndula (Calendula officinalis).
Como ya se ha mencionado anteriormente, la destilación de los aceites esenciales se realiza mediante un aparato denominado alambique. Se pensaba que el descubridor o inventor del alambique fue un gran médico árabe conocido como Ibn Sina o Avicena (980-1037). Pero en 1975, una expedición dirigida por el doctor y gran especialista en fitocosmética y aromaterapia Paolo Rovesti, que tenía como objetivo el estudio de una antigua civilización en el Valle del Indo (Pakistán), descubrió en el museo de Taxila, a pies del Himalaya, un alambique de terracota reconstruido y en perfectas condiciones. También encontraron en el museo vasos de perfume del mismo periodo (sobre el año 3000 a.C.), lo que confirmó la utilización del alambique para la extracción de aceites esenciales.
Posteriormente, en 1998, durante unas excavaciones de la Misión Arqueológica Italiana del CNR, se descubrió la fabrica de perfumes más antigua del Mediterraneo en Pyrgos (Chipre). La zona fue abandonada sobre el 1850 a. C. debido a un terremoto y un devastador incendio. El análisis de las vasijas encontradas determinó que en el momento del terremoto, se estaba trabajando con 14 especies distintas, entre ellas bergamota, cilantro, lavanda, laurel, mirto y romero.
Recientemente, han salido a la luz alambiques datados en unos 6000 años de antigüedad, descubiertos en 1925 en Tepe Gwara (Mesopotamia-actual Irak).
Reconstrucción de Alambique en el museo de Taxila (Pakistan)
Los aceites esenciales son sustancias muy volátiles (se evaporan muy rápidamente), y es precisamente por esto por lo que resultan tan aromáticos. Aunque les llamemos “aceites” su textura no tiene nada que ver con los aceites vegetales que estamos más acostumbrados a utilizar (oliva, girasol, etc.). Suelen estar compuestos de hidrocarburos y derivados oxigenados de los hidrocarburos (fenoles, alcoholes, aldehídos, ésteres, éteres, cetonas y óxidos entre otros). Al aplicarlos sobre la piel mediante un pequeño masaje veremos como desaparece en pocos segundos, parte absorbido por nuestra piel, parte evaporado.
Conocemos como «aromaterapeuta» a la persona que usa aceites esenciales con fines terapéuticos y «aromatólogo» a la que estudia y conoce los aceites esenciales.